Fitxa de espectacle

Eloisa está debajo de un almendro

Companyia: Cía. de Clásicos Españoles de la Asociación Valenciana de Amigos del Teatro


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Fue aproximadamente hacia el mes de julio de 1951. Yo tenía sólo cinco años y poco me imaginaba en aquel momento la cantidad de sorpresas que el destino me ofrecía. Un amigo de mi padre estaba de visita en nuestra casa, con el propósito de hacer los honores a una caracolada, que mi progenitor había capturado unos días antes, en las proximidades de Torrelodones.
La comida transcurrió en medio de una agradable conversación que giraba alrededor del mundo teatral.

Enrique, el amigo de mi padre, un hombre pequeño de ojos vivos, facilidad en el verbo y arrugas de amargura, llevaba el peso de la conversación y sus palabras hacían reír con frecuencia a quienes me habían dado el ser.

Yo también reía; no sabía por qué, pero reía. Me sentía feliz porque según parecía, todos estaban muy contentos. Únicamente, cuando llegó el momento del café, la copa y el puro, el diálogo adquirió tonos más grises. Enrique se lamentaba de la incomprensión de los críticos (según parecía, excepto Alfredo Manquerí y algún crítico más, el resto dejaban sus obras como un trapo sucio). Y también se quejaba de su poca salud, culpable, quizás, del retraso que sufría su última comedia, que debía haber acabado hacía ya dos meses...

En el momento de decir adiós, el hombre de más ingenio (según palabras de mi padre) depositó en mis manos un billete de cinco pesetas, al tiempo que, con una sonrisa, me obsequiaba con un consejo: "José Luís, hijo, no te dediques nunca a la profesión teatral".

Le di las gracias (por el dinero, no por la recomendación) y nunca más volví a ver a Enrique Jardiel Poncela. Murió un año más tarde víctima de su enfermedad y yo creo, también, que de la envidia y de la incomprensión de los muchos enanos mentales que hay sueltos por el mundo.

No seguí su consejo. ¿Cómo hacerlo tras haber conocido y haber tenido la suerte de intervenir, a los diez años de su muerte, en la reposición de La Eloisa, que dirigió José Luis Alonso en el Teatro María Guerrero de Madrid, con un reparto de los que hacen época, en el que se encontraba nuestro glorioso Antonio Ferrandis?

Por todas estas razones, yo estaba obligado a dirigir y a interpretar Eloisa está debajo de un almendro, y he de dar las gracias a todos los que me han ayudado para que así fuese... Y los que más me ayudáis sois vosotros: los que asistís desde hace años a mis montajes, que disculpáis mis errores y que aplaudís mis aciertos. Deseo de todo corazón que lo paséis muy bien con esta comedia que para mí continúa siendo piedra angular del teatro español.


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