Fitxa de espectacle

L'isola degli schiavi

Companyia: Piccolo Teatro de Milano-Teatro d'Europa
Duració: 2h.


Documents per a consultar en la sala


Fitxa tècnica

Autor: Marivaux, Pierre de
Adaptació: Strehler, Giorgio
Traducció: Strehler, Giorgio
Direcció escènica: Strehler, Giorgio


Més dades


ESCENA
Teatro en penumbra. Una nave a merced de la tempestad se vislumbra a lo lejos. Oscuridad. Luces. Aparece una isla donde han naufragado dos parejas, una formada por una dama y un caballero, los amos, y la otra por sus sirvientes. Alrededor de ellos, despojos, vestidos, equipajes, espadas, pelucas y zapatos. Los primeros en reanimarse tras el desfallecimiento son Monsieur y Arlequín, que enseguida son conscientes de haber llegado a una isla desconocida y de ser los únicos supervivientes de! naufragio: ¿cuál será su futuro sin comida, sin amigos, sin nada? Se ponen a buscar sus pertenencias y Arlequín se apresura a vestirse y a ayudar a Monsieur, que, de repente, entre reproche y reproche hacia el sirviente, un poco distraído y presuroso, se acuerda de que otras personas se tiraron al agua en el momento en que la nave empezó a naufragar. Al fondo del escenario, no visibles para los dos hombres, las dos mujeres, que se han despertado con el mismo estupor, se están vistiendo. Idéntico ritual, idénticos caprichos. Buscando aquí y allá por si queda algo que pueda servir tras los estragos causados por el naufragio, Arlequín descubre su botella de aguardiente, de la que bebe con ansiedad. Pero Monsieur tiene otras preocupaciones: se ha dado cuenta de que están en la isla de los esclavos y quiere marcharse de allí cuanto antes. Fero, ¿qué demonios es esta isla? pregunta con curiosidad Arlequín. Es una isla habitada por esclavos, responde Monsieur. Habiéndose rebelado contra sus amos, son fugitivos desde hace cien años, y encontraron refugio en este lugar desierto donde han instaurado un nuevo orden: los señores son asesinados o reducidos a la esclavitud. Las preocupaciones de Monsieur no son las mismas que las de su sirviente. Arlequín compadece a Monsieur, pero no puede ser solidario. De hecho, la muerte y la esclavitud no es cosa de siervos sino de amos. Así, puede suceder que Monsieur, de repente, trate a Arlequín humanamente, sin burlas, es más, pidiéndole por favor. . . Y sucede que Arlequín nota y hace notar el trato diferente. "Para tu vergüenza", dice, "allí, en el mundo, he sido tu esclavo; las leyes sostenían que era justo. Ahora, aquí las leyes dicen lo contrario y podrás probar la esclavitud. Veremos si sigues manteniendo esta bondad". Y decide ir en busca de los habitantes de la isla, dispuesto también a abandonar al severo amo, que ahora le sigue con la espada desenvainada.
Llega Trivellino, presidente de la República de los esclavos, que aplica en seguida la ley de aquel lugar. en esta isla se guardan las composturas, y sólo habrá perdón si el arrepentimiento es sincero. Así, con este cambio de identidad y de indumentaria, Arlequín y Silvia podrán por fin liberar toda la rabia reprimida contra sus amos, haciéndoles aparecer como son en realidad. Trivellino les comunica que las islas en las que se han impuesto estas leyes son tres: además de la de los esclavos está la isla de la Razón, donde los hombres se empequeñecen y recuperan su estatura cuando conquistan la sabiduría, y la isla de la Nueva Colonia, que está gobernada por mujeres... Hasta hace veinte años los amos eran asesinados en esta isla. Pero ahora se intenta conseguir su arrepentimiento. Aquellos que en un tiempo fueron señores se convierten en sirvientes durante tres años: un verdadero y auténtico curso de humanidad. Si se demuestra que el arrepentimiento es falso, los antiguos amos ya no podrán volver al mundo del que provienen. Cualquier tipo de fuga es imposible.
SEGUNDA ESCENA
Trivellino ordena el intercambio de las vestimentas e inicia el examen a las dos mujeres. Silvia "representa" a Trivellino el carácter de Madame, sus modales, los insultos que ha tenido que soportar. Pero Silvia no busca venganza. Quiere que Madame escuche sus quejas, toda la rabia que lleva dentro. Empieza a relatar cómo transcurre un día normal con Madame: su despertar, sus riñas, sus nervios, su flirteo con los hombres que vienen a visitarla, sus berrinches cuando le aparece alguna marca en la cara y no quiere enseñársela a nadie. Silvia cuenta cuan sensible es Madame a las galanterías, a la adulación.
Madame comienza a mostrar cierto desmoronamiento, cierta vergüenza, que Trivellino aprecia, y que le lleva a confesar todas sus faltas, venciendo su resistencia y su natural propensión a la mentira. Madame está dispuesta a admitir que, al fin y al cabo, Silvia ha descrito perfectamente su carácter, y Trivellino se muestra magnánimo y le promete ser indulgente.
La situación se repite exactamente igual con Arlequín y Monsieur, aunque en este caso los reproches son un poco distintos. Al exponer sus quejas, Arlequín se muestra más comprensivo. Habiendo sentido sobre su propia piel el haber sido siervo, no quiere repetir los mismos errores y perjudicar a su amo, que ahora se ha convertido en su esclavo. Prefiere hablar con moderación y declara tener confianza en la enmienda de su señor, aunque "suspira un poco". En seguida le comunican a Monsieur sus proble-Arlequín se convertirá en Monsieur y Silvia será Madame, porque mas: es prepotente cuando debía ser liberal y tolerante cuando debía ser prepotente, además de estar siempre perdidamente enamorado de mujeres que ni siquiera conoce. Monsieur lo admite a regañadientes.
TERCERA ESCENA
Silvia y Arlequín charlan, chismorrean, critican a los sirvientes, coquetean, pasean de un lado a otro con saludos y reverencias. En las palabras y en el comportamiento de los dos, sobre todo de Arlequín, se revela su antigua naturaleza servil. "Somos tan ridículos como nuestros amos", dice Arlequín, "pero más sabios y honestos que ellos". Deciden hacer que sus respectivos sirvientes se enamoren de ellos. Silvia hablará con Madame, Arlequín con Monsieur, porque consideran que es muy positivo el amor entre los dos amos-sirvientes en su condición actual.
Y si Madame parece contrariada y se pregunta qué va a hacer con el amor de Arlequín-Monsieur, Silvia le recuerda que la señora siempre ha despreciado a quienes la amaban. Cuando Arlequín encuentra a Madame y le declara nú desmedido amor, la actitud de ella, en un principio severa e intransigente, se dulcifica de repente y no puede hacer otra cosa que pedir piedad y comprensión de su situación al ex-sirviente. A su vez, Monsieur le habla a Arlequín de la infelicidad y la gran tristeza que siente. Le recuerda los años transcurridos en la misma casa donde sirvió también su padre. Dice que lo que más dolor le ha causado es el mal espíritu que Arlequín ha mostrado con él. Para Arlequín, sin embargo, todo ha sido un juego para divertirse a sus espaldas, desquitándose así de todas las injusticias sufridas. Monsieur, arrepentido, le promete que cuando vuelvan a la vida del pasado recordará su generosidad: "olvida que has sido mi sirviente, al igual que yo olvidaré haber sido, de manera indigna, tu amo", dice. Se abrazan.
Aparecen Silvia y Madame. Silvia le explica la moraleja a su señora: es necesario respetarse y "tener un buen corazón, ser honesto y razonable". Se dirige a los espectadores y les pide que sigan el ejemplo con los que siempre han maltratado. Madame también se arrepiente y abraza a Silvia. Arlequín y Monsieur repiten su abrazo. Trivellino explica la conclusión: "Vosotros habéis sido sus amos y os habéis comportado mal. Ellos se han convertido en los vuestros y os han perdonado". Les pide que reflexionen y piensen que los hombres, en momentos de necesidad, son todos iguales. Mañana volverán a su patria, el futuro queda abierto. Por ahora... hay una fiesta con canciones y juegos.


Representacions

Teatre Principal: 11/05/1996


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