Fitxa de espectacle

Epigoní

Companyia: Attis Theatre


Documents per a consultar en la sala


Fitxa tècnica

Traducció: Varapoulou, Eleni
Direcció escènica: Terzopoulos, Theodoros
Intèrpret: Alevras, Thanasis, Dimas, Tasos, Elias, Meletis, Michopoulou, Sophia, Stroumpos, Savvas, Vlassis, Nikiforos
Il·luminació: Bethanis, Konstantinos, Psihas, Panagiotis, Terzopoulos, Theodoros
Espai sonor: Filippidis, Nikos
Fotografia: Weber, Johanna
Disseny: Kokkinos, Alexandros
Administració: Terzopoulou, Maria


Més dades


SINOPSIS POR ESCENAS
A partir de fragmentos de las tragedias perdidas de Esquilo

Epígono significa "el que sigue las huellas de otro". En medio de la desolación de una tierra o de un pueblo tras una batalla, tras cualquier clase de batalla, surge la rebeldía del hombre como un grito contra los dioses que determinan su destino. Epígono comienza con el lamento de Europa. Las siguientes escenas están definidas por la intervención del coro, que da paso a las historias de Heracles, Filoctetes, Acteón, Aquiles, Prometeo y Ayax.

El dolor de Europa
Europa cuenta que fue violada por Zeus y dio a luz a tres hijos: Radamantos, Minos y Sarpedón. El más pequeño, Sarpedón, es el causante de sus lamentos, ya que teme que "al blandir su lanza en la conquista de Troya cause grandes males o resulte herido". Afligida, invita a sus descendientes al escenario para que pidan clemencia a Ares, al dios de la guerra.

La furia de Heracles
Heracles, abrasado lentamente por la túnica envenenada que le regaló su esposa Deyanira, narra sus tormentos y pide a Zeus que le libre de la tortura. "Si es esta tu voluntad, envíame una ayuda. Porque tuya es la mayor culpa, y yo pago por todas las malas obras. Por eso me arranco el pelo, con despiadada mano, y golpeo mi pobre frente, lamentando mi destino"... Heracles solicita de los dioses que le dejen partir al infierno, donde cree que se verá libre de tanto sufrimiento.

La herida de Filoctetes
Filoctetes fue abandonado por los griegos de camino a Troya, en una isla llamada Lemnos, por el hedor que desprendía su pierna corrompida tras haber sido mordido por una serpiente. El Coro comparte su agonía: "Me deshago en llanto. Quien haya visto las desgracias de Filoctetes sólo podrá llorarle".

La osadía de Acteón
El pecado de Acteón fue mirar a la diosa Artemisa mientras se bañaba. Ésta, enfurecida, le castigó enloqueciendo a sus perros para que le despedazaran. "Los perros destrozaron a su amo. Le arrastraron furiosos como un par de lobos arrastran a un ciervo. La carne humana que probaron, llenó sus bocas de espuma".

La aflicción de Aquiles
Aquiles llora la muerte de su amigo Patroclo y, furioso de dolor, permanece encerrado en su tienda, negándose a continuar la batalla. Antiloco le advierte del grave riesgo que conllevaría perder la guerra de Troya y le increpa: "¿Oyes como matan a los hombres en el fragor de la batalla, y no acudes a ayudarlos?"

El heroísmo de Prometeo
Prometeo, encadenado en la cima del Monte Cáucaso por haber robado el fuego de los dioses para los hombres, se enfrenta a Zeus: "Llegará el día en que incluso Zeus, que actúa hoy con desvergüenza, sea humillado. Dejad ahora que presuma, fiel a sus truenos, que lance con su mano la encendida flecha. No evitarán su vertiginosa y degradante caída. Y sólo cuando tal desdicha le suceda, conocerá la diferencia entre el amo y el esclavo".

El delirio de Ayax
Ayax ha enloquecido. Ulises, protegido los dioses, le engañó y le robó sus armas. Cegado por la furia, y creyendo dar muerte a los soldados en Argos, Ayax envistió a un rebaño de ovejas. Desesperado y humillado, repite la demanda que otros héroes caídos en desgracia han hecho a sus dioses: "Zeus, si esta es tu voluntad, envíame una ayuda, porque tuya es la mayor culpa y yo pago por todas las malas obras. Dioses de la tierra y dioses ancestrales, y tú, Zeus, que me dejaste en la tempestad de esta agonía".


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