Fitxa de espectacle
Companyia: Teatro del Velador
Duració: 60'
Autor: Dolores Caballero, Juan
Espai escènic: Canto, Mai
La cocina.
Llegan los cocineros y camareros. Se inicia el trabajo (que no es poco). Llega el jefe: primera arenga. Todo muy cotidiano: la torpeza de algunos, la muerte de una gallina, la parada para comer...
Pero ¿y los clientes? Empieza el lío. Nueva arenga del jefe. Peleas. Nada funciona, todo es un caos.
Menos mal que llega la noche.....
Así es La cocina, un sitio de paso hacia algún otro lugar, del comedor a los fogones, o viceversa. Durante los momentos de gran actividad se convierte en un especial manicomio a apresuramientos, confusiones y percances fortuitos. Las puertas se abren y se cierran, todo es un entrar y salir (o quedarse), aparecer, desaparecer, buscar, hallar, mirar (mirarse), sin tiempo para conocer al otro. La vida se hace y se deshace cada día.
Esta manera de entender el mundo, este ritmo para entender el mundo, ha tomado cuerpo en unos personajes de hiperrealismo tierno y grotesco: zapatos grandes, gafas de miope, feos de diente de liebre y andar renqueante.... Los "habitantes" de La cocina conocen bien su guión, pero a menudo se equivocan. Alguien les colocó ahí hace años para que formasen parte de un todo, aunque no pueden ser más distintos unos de otros. Ninguna emoción es posible largo rato. A veces, si acaso, un destello, una ráfaga de carácter. Las amistades y enemistades se olvidan pronto. Apátridas solitarios de edad inverosímil, autistas por profesión y artistas solícitos en sus quehaceres, la cocina engulló hace tiempo sus corazones (y sin embargo hay amor y hay cuchillos afilados). El jefe odia al chef, despistado borrachín de pataje abierto que disfruta de su mundo solitario y es el amor platónico de la mujer de la limpieza, que a su vez es odiada por la camarera bajo la escrutadora mirada del camarero servil, chivato, seco y estirado. El pinche, por su parte, juega a todas las bandas. Pero, ¿Quién cocina en esta cocina? Es algo que todavía no sabemos (La duda está sembrada).
Juan Dolores Caballeros hace una apuesta fuerte con este montaje donde la ausencia de diálogos comprensibles -los personajes hablan un dialecto inventado con ecos del francés- hace que la fuerza de los gestos sea determinante, a la vez que sirve como metáfora de la incomunicación.
Una de las claves de la obra son los actores de distintas nacionalidades que contribuyen a esa torre de babel que es el office del restaurante. Son seres marginales, outsiders, que pelean por las migajas del primer mundo y se les muestra con toda la crudeza, dejando un espacio a la sonrisa cómplice del espectador.
Quince años y doce espectáculos después, Teatro del Velador vuelve al lenguaje primigenio que conformó su estilo y que define su inconfundible modo de hacer. La búsqueda de lo cómico, de forma clara, nos lleva en esta ocasión a un mundo pleno de absurda cotidianeidad. Muchos serán los llamados a esta mesa.
Aula CAM de Alacant: 16/11/2005
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